BREVES PIEZAS TEATRALES CON MOTIVO A LAS OFRENDAS DEL 2 DE NOVIEMBRE INSTALADAS EN LA ESCUELA SECUNDARIA No. 82
AUTOR SALVADOR DE LA MADRID VIEYRA
ANARDA Y LIZARDA
OFRECIMIENTO A SOR JUANA INES DE LA CRUZ
(2006)
EL QUINTO SOL
ESCENIFICACION DEL POEMA NAHUATL “EL QUINTO SOL”
(2007)
EL QUINTO SOL
Escenificación del Poema Nahuatl “El Quinto sol”
Autor: Salvador de la Madrid Vieyra
Ofrecimiento: cuatro sacerdotisas al centro del escenario imploran a los dioses de los cuatro rumbos alzando la luz de sus incensarios y al sonido de un caracol. Luego empieza a sonar una música nahuatl. Sale el Coro compuesto por hombres y mujeres.
Mujeres
Esta música que tan dulce suena es flecha lanzada de muy lejos, cuando los hombres ofrendaban su sangre a los dioses, construían ciudades de altos templos, se vestían con el furor del guerrero, amaban al zenzontle, encantaban a la serpiente y al morir en la batalla, convertidos en águilas, al sol volaban.
Se arrodillan
Hombres
Esta música que me embarga hace latir mi deseo de bailar y cantar. ¡Quiero bailar al son de la chirimía y el teponaxtle, con mis tobillos adornados con chalchihuites y en mi frente brillando una diadema! ¡Quiero cantar, mis ojos cargados de ensueño, el canto precioso, el canto que agrade! ¡Esta música es dardo que se me clava, revienta mi pecho y mi corazón destroza! ¡Ya me duele, ya me acaba, me abre una herida más ancha y más profunda que el más ancho y profundo dolor!
Sus movimientos dejan libre el centro del escenario y permiten la entrada de la
Cihuacoatl
¡Ay, amigos! Yo quisiera alegrarlos, pero esta música junta suspiros de melancolía que crecen y crecen hasta convertirse en un gemido que me agobia, y me entristezco por que el tiempo se acaba y al pasar nos deja como sombras dolientes, gimiendo y llorando.
Coro completo
Diré: estoy triste porque se me viene encima la sombra del tiempo.
(Mujer) Diré: soy cantor. No debo lamentarme: dice mi alma que no me lamente. (Hombre) Soy cantor, he venido a ofrecer mis cantos como flores, si me muevo caen flores, soy yo quien me esparzo. (Mujer) ¡Que aún por breve que sea el tiempo dé yo placer! (Mujer) Soy cantor, como una flor me estimo a mí mismo aquí en la tierra. (Coro y Cihuacoatl) En la llanura donde retumba el tambor, donde resuenan las flautas de jade, donde el amor del Dueño del Cielo estremece a la tierra, presuroso busco mi canto. Por poco tiempo me deleito, por poco tiempo alegro mi corazón, pues la vida sólo es un préstamo y un hálito nuestra existencia.
Termina la música.
Cihuacoatl
¡Guerra y muerte! ¡Muerte y guerra! ¿Hasta cuando dejarán de sonar en el mundo esas palabras? ¿Por qué la vida para ser vida necesita de la muerte? ¿Lo comprenden ustedes, señoras del Anáhuac?
Coro de mujeres que se adelantan a cuestionarla
¿Comprender? ¿Qué podemos comprender?
Mujer 1
Que la muerte nos deja solas, muy solas: cuidando el fuego, hilando el telar, desgranando la mazorca, dándole hijos y mas hijos a la tierra.
Mujer 2
¿Y todo para qué? Si al crecer también serán esclavos de la muerte.
Mujer 3
No me hables de la muerte, a la muerte me encomiendo y con la muerte me embriago.
Mujer 4
Yo no quiero a la muerte, porque se pasea por los campos, entra a las ciudades y se sienta en las plazas; fuma tabaco, bebe cacao y como yo se nombra señora.
Mujer 5
Como a mí le gusta enlazar a los hombres, solo que ella se los queda para siempre.
Coro de mujeres
¡No, por favor, no, en esta noche no me hables de la muerte!
Las mujeres se reintegran al coro dejando sola a la Cihuacoatl
Cihuacoatl
Esto que les digo puede que sea verdad, y un pesar le causa a mi corazón, pues es una leyenda de dioses que tuvieron que morir y de soles majestuosos que dejaron de brillar.
Coro
En la historia del tiempo nada deja de girar, se piensa que la vida es una rueda en que a veces prevalece el bien y en otras el mal; pero si algo acaba, de inmediato algo comienza.
Cihuacoatl
En el corazón de las piedras esta leyenda se grabó: que por cuatro edades como soles el mundo pasó, pero ninguno de ellos trascendió.
Por parejas se dice el nombre del Sol y sus características
Pareja 1
Sol de noche; tigre oscuro. La materia estaba presente pero la vida no tenía esperanza.
Pareja 2
Sol de viento. El aire de la vida empezó a soplar, la tierra se pobló de extraños animales y el espíritu del hombre tuvo la esperanza de encarnar.
Pareja 3
Sol de fuego. Acabó por una lluvia espantosa de fuego, sólo se salvaron los pájaros.
Pareja 4
Sol de agua. Tiempo del diluvio. El hombre ya andaba en la tierra.
Coro
Y ahora sepan como fue el primer día de nuestro tiempo al que los antiguos llamaron Sol de movimiento, pues, según ellos, este Quinto Sol acabará por un fuerte movimiento.
Cihuacoatl
¡Ay, mis hijos! ¿A dónde los llevaré? ¿En qué montes podrá ocultarlos? ¿Qué dolor callado podrá quitarles de su pecho? Pues según las cuentas de los antiguos el fin de este Sol ya se acerca.
Coro
¡Día cero!
De entre el Coro sale una narradora
Dicen que antes de que hubiera día en el mundo se juntaron los dioses, allá en Teotihuacan, y se dijeron unos a otros: ¿Quién tendrá a cargo alumbrar la tierra?
Se adelanta soberbio Tecuciztecatl
¡Yo alumbraré la tierra!
Narradora
Dijo un dios soberbio llamado Tecuciztecatl. El coro, ahora de dioses, lo mira admirado. Otra vez hablaron los dioses y dijeron:
Coro
¿Quién será otro más?
Narradora
Y entre ellos se miraban y ninguno de ellos se atrevían a ofrecerse para alumbrar la tierra; todos temían y se excusaban.
Se presenta Nanahuatzin. Unos lo miran con sorpresa, otros con desagrado, pero ante la indecisión que prevalece entre ellos lo van cercando hasta casi inmovilizarlo.
Narradora
Y un dios al que no se le tomaba en cuenta, y tenía pústulas en el cuerpo y no hablaba, sino que oía lo que los otros dioses decían, a él le dijeron:
Coro
¡Sé tú el que alumbre, purulento!
Narradora
Y él. De buena voluntad, obedeció y dijo:
Nanahuatzin
En merced recibo lo que me habéis mandado, sea así.
Narradora
Hicieron penitencia por cuatro días, luego, en lo alto de una peña encendieron una gran hoguera.
Música acelerada. Sale un grupo de mujeres con papeles rojos que, hincadas al centro del escenario, los agitan para simular una hoguera.
Narradora
Todo lo que ofrecía el dios Tecuciztecatl era precioso: en lugar de ramos ofrecía ricas plumas, en lugar de pelotas de heno, pelotas de oro, en lugar de espinas de maguey ensangrentadas, espinas de piedras preciosas y coral colorado. Su copal era de lo mejor.
Admirada se acerca a Nanahuatzin
El purulento, llamado Nanahuatzin, ofreció nueve cañas verdes atadas de tres en tres, bolas de heno y espinas de maguey ensangrentadas con su propia sangre, y en vez de copal la pus de su purulencia.
Coro
Pasados los días de la penitencia, a la noche siguiente se reunieron los dioses y se pusieron alrededor del fuego. El fuego de cuatro días.
El coro se divide en dos, sentado, mirando fijamente la hoguera. La música cesa.
Coro a Tecuciztecatl
¡Ea, pues, entra al fuego!
La música vuelve a empezar pero ahora su ritmo es más frenético. A ese ritmo Tecuciztecatl baila haciendo cuatro intentos por entrar a la hoguera y en los cuatro fracasa. Cae, rendido y avergonzado. La música cesa.
Narradora
Hizo cuatro intentos por entrar al fuego, pero el fuego era grande y muy encendido. Sintió el fuerte calor y tuvo miedo, y se volvió atrás. El miedo lo avasallaba.
Coro a Nanahuatzin, luego de un breve silencio.
¡Ea, pues, Nanahuatzin, prueba tú!
La música vuelve a comenzar. Nanahuatzin baila, aunque algo grotesco en relación al baile de Tecuciztecatl. En su rostro se refleja el miedo y la angustia, pero cierra los ojos y casí corriendo se arroja valientemente a la hoguera. Ante su acto los dioses quedan asombrados, las “llamas” de la hoguera se levantan y bailan. La música aumenta su volumen, se oyen gritos de espanto y desconcierto. Tecuciztecatl, al ver como las llamas envuelven a Nanahuatzin, siente vergüenza y, a pesar de su miedo, se levanta y se arroja a la hoguera, lo que causa escándalo en el coro de dioses, que al llegar a un paroxismo se desmayan. La música cesa abruptamente; solo se escucha la dulce melodía de una flauta.
Las llamas se apaciguan.
Los dioses se recuperan.
De entre la llamas extinguidas aparecen Nanahuatzin y Tecuciztecatl juntos, de espaldas, con los brazos extendidos en forma de cruz.
Narradora.
Cuando vino a salir el sol nadie lo podía mirar porque quitaba la vista y echaba rayos de gran manera, y sus rayos se derramaban por todas partes.
Después salió la luna, por la misma parte del Oriente, a la par del Sol. En el mismo orden que entraron al fuego salieron Sol y Luna. Tenían igual luz e igualmente resplandecían.
Coro, al ver la extraña figura que forman los dos sacrificados.
¿Cómo será esto? ¿Será bien que igual alumbren?
Narradora
Y los dioses dieron sentencia. Y uno de ellos fue corriendo y dio con un conejo en la cara de Tecuciztecatl, el que se hizo Luna, ofuscándole su resplandor.
Uno del Coro hace lo que la Narradora indica,
Después ambos, Sol y Luna, se quedaron quietos, sin moverse.
Coro
¿Cómo es esto? ¡El Sol no se mueve! ¿Cómo podremos vivir? ¡Muramos todos y hagamos que por nuestro sacrificio, el Sol se mueva!
Narradora
Se decidió que el viento sería el encargado de matar a los dioses. Todos estuvieron de acuerdo, pero Xólotl se rehusó a morir.
LA MUERTE DE XOLOTL
Los miembros del Coro, que representan a los dioses quedan agachados, en línea frente a la hoguera que contiene al Sol y a la Luna, golpean el piso con las manos o los pies marcando un ritmo, en tanto la Cihuacoatl, ahora como Ehécatl, dios del viento, a un extremo del escenario inicia un rito de sacrificio consagrando un cuchillo de pedernal. A punto de realizarse el sacrificio todos permanecen inmóviles hasta que se escucha una voz suplicante.
Xolotl
¡No quiero morir! (Susurro)
¡No quiero morir! (Voz fuerte)
¡No quiero morir! (Grito desgarrador)
Se desprende dramáticamente del Coro que permanecen ahora arrodillados.
Uno del Coro
Cuando se está en el dolor, con la muerte tan cerca, el tiempo da cuenta de su durabilidad.
Una del Coro
La existencia entonces se revela y duele.
Xólotl
¡Y no se quiere morir!
Intenta huir pero el Coro en un movimiento enérgico se lo impide
Otro del Coro
¿No eras ú el que alababa el sacrificio?
Otra del Coro
¿No eras tú el que se burlaba del que no podía entrar a la hoguera?
Xólotl
¡Dejen que en mi dolor celebre mi existencia!
Coro
¡Para que la existencia sea, es necesario la penitencia y el sacrificio!
Xólotl
¿Y que ganaría yo?
Coro
¡El olvido!
Xólotl
Es que este adolorido cuerpo mío recuerda mi soberbia de estar vivo, y me arrastro y me vuelvo despreciable.
Coro
¡Ya eres otro que quiere hacer revuelta en nosotros! ¡Déjanos en nuestro sacrificio!
Xólotl
Es que el dolor me hace reconocer a este ser que soy, ser que no quiero abandonar!
Coro
¡Sufre tu mal apego a las cosas que te hacen ser miedoso y cobarde!
Xólotl se muestra angustiado, temeroso. La Narradora, como parte del Coro, se acerca a él con la intención de calmarlo y animarlo al sacrificio.
Narradora
Hermano Xólotl, valioso gemelo mío, preveo tu espanto, pues miras que el viento viene a causar tu ruina. Pero no temas, no morirás, tu materia se hará única en el mundo. Tranquilízate, solo seguirás la senda que todos recorreremos. Irás al bajo mundo con la voluntad entregada y el corazón aplacado.
Xólotl
¡Seré maíz de dos cañas! ¡Entre los maizales me ocultaré!
El Coro lanza una exclamación de escándalo.
Narradora
¡Entre los maizales te encontrará el viento!
Xólotl
¡Seré maguey de dos cuerpos y mi hiel nadie podrá probarla!
El Coro vuelve a escandalizarse
Narradora
Lo que pasa es que no es posible que en el mundo quede un vacío más espantable que la muerte de los dioses,
Xólotl
¡Será que este Sol. Doliente e inmóvil quemara tus entrañas y mirando lo inútil del sacrificio te preguntarás: ¿dónde quedó mi existencia?
Coro
¡Por la existencia sea mejor nuestra muerte!
Xólotl
Me ocultaré en los ríos subterráneos y ahí habitaré. Seré ajolote, ser de tierra y agua, y ahí el viento no me encontrará.
Coro, agitan los brazos en un intento de atrapar a un inasible Xólotl
¡Te encontrará! ¡Te alcanzará! ¡Te matará!
Xólotl
¡Saben bien que mi sola muerte no abrirá las sementeras de la tierra ni moverá a ese Sol inerte! ¡No basta con solo morir!
Coro
¡Xólotl, no te vayas!
Xólotl
¡Te dejo el reflejo de mi alma arrebatada, tierna mazorca de fresco olor! ¡No me importa desaparecer! ¡Oh, dioses, no muera yo!
Xólotl sale huyendo. Los del Coro bajan los brazos e inclinan la cabeza en señal de derrota e impotencia. Cihuacoatl-Ehécatl, se acerca a ellos y comienza a sacrificarlos tomándolos por los cabellos y cortándoles la fragante con el cuchillo. Así mata primero a dos.
Narradora, escandalizada
¿Cómo, así nos matas? ¿Incompletos?
Cihuacoatl-Ehécatl mata a otro.
¿No preguntas por Xólotl, sólo cono nosotros te ensañas?
Cihuacoatl-Ehécatl
¿Por qué te escandalizas? Si bien sabes que este sacrificio será su redención.
Mata a otro
Narradora
Para que el sacrificio al Sol se cumpliera era necesario que estuviéramos todos.
Cihuacoatl.Ehécatl
No te angusties por Xólotl. Sé que no está entre ustedes, pero, para tu tranquilidad, sabe que en su destino estaba que lo habría de matar como ajolote en la profundidad de los ríos subterráneos.
Mata a la Narradora y luego a todos los demás, pero el Sol y la Luna siguen sin moverse
Cihuacoatl.Ehécatl, escandalizada y sorprendida
¡Como! ¡Todos los dioses han muerto y ni así el Sol y la Luna se mueven!
Entonces, acompañada por el sonido de un caracol empieza a soplar, solo así el Sol y la Luna comienzan lentamente a girar. A cada giro la Luna va separándose hasta desaparecer, quedando el Sol en el escenario.
La Cihuacoatl-Ehécatl, al ver como va cumpliéndose el milagro dice:
¡Tú Sol! ¿Por qué te haces de rogar? Ponte tu ropaje de oro y permite que tus rayos desciendan a la tierra.
La serpiente de fuego se convierte en quetzal.
Semejante a una piedra preciosa así es mi corazón.
Veré el oro de tus rayos y me alegraré.
En ese momento los dioses comienzan a resucitar.
Fructificaran en abundancia los frutos del maíz y la montañas se elevaran a ti.
Yo, el Viento, tu devoto servidor, dirige su mirada a ti y se alegra.
Todos
¡Si, puedo decir, ha nacido el caudillo, la tierra vivirá!
Fin de Obra
Esta obra queda dedicada con todo cariño y admiración a las Profesoras:
Irais (Cihuacoatl-Ehécatl)
Fany (Narradora)
Bertha Olimpia Morales Sierra (Dirección de obra)
BREVES PIEZAS TEATRALES CON MOTIVO A LAS OFRENDAS DEL 2 DE NOVIEMBRE INSTALADAS EN LA ESCUELA SECUNDARIA No. 82
AUTOR SALVADOR DE LA MADRID VIEYRA
ANARDA Y LIZARDA
OFRECIMIENTO A SOR JUANA INES DE LA CRUZ
(2006)
EL QUINTO SOL
ESCENIFICACION DEL POEMA NAHUATL “EL QUINTO SOL”
(2007)
EL QUINTO SOL
Escenificación del Poema Nahuatl “El Quinto sol”
Autor: Salvador de la Madrid Vieyra
Ofrecimiento: cuatro sacerdotisas al centro del escenario imploran a los dioses de los cuatro rumbos alzando la luz de sus incensarios y al sonido de un caracol. Luego empieza a sonar una música nahuatl. Sale el Coro compuesto por hombres y mujeres.
Mujeres
Esta música que tan dulce suena es flecha lanzada de muy lejos, cuando los hombres ofrendaban su sangre a los dioses, construían ciudades de altos templos, se vestían con el furor del guerrero, amaban al zenzontle, encantaban a la serpiente y al morir en la batalla, convertidos en águilas, al sol volaban.
Se arrodillan
Hombres
Esta música que me embarga hace latir mi deseo de bailar y cantar. ¡Quiero bailar al son de la chirimía y el teponaxtle, con mis tobillos adornados con chalchihuites y en mi frente brillando una diadema! ¡Quiero cantar, mis ojos cargados de ensueño, el canto precioso, el canto que agrade! ¡Esta música es dardo que se me clava, revienta mi pecho y mi corazón destroza! ¡Ya me duele, ya me acaba, me abre una herida más ancha y más profunda que el más ancho y profundo dolor!
Sus movimientos dejan libre el centro del escenario y permiten la entrada de la
Cihuacoatl
¡Ay, amigos! Yo quisiera alegrarlos, pero esta música junta suspiros de melancolía que crecen y crecen hasta convertirse en un gemido que me agobia, y me entristezco por que el tiempo se acaba y al pasar nos deja como sombras dolientes, gimiendo y llorando.
Coro completo
Diré: estoy triste porque se me viene encima la sombra del tiempo.
(Mujer) Diré: soy cantor. No debo lamentarme: dice mi alma que no me lamente. (Hombre) Soy cantor, he venido a ofrecer mis cantos como flores, si me muevo caen flores, soy yo quien me esparzo. (Mujer) ¡Que aún por breve que sea el tiempo dé yo placer! (Mujer) Soy cantor, como una flor me estimo a mí mismo aquí en la tierra. (Coro y Cihuacoatl) En la llanura donde retumba el tambor, donde resuenan las flautas de jade, donde el amor del Dueño del Cielo estremece a la tierra, presuroso busco mi canto. Por poco tiempo me deleito, por poco tiempo alegro mi corazón, pues la vida sólo es un préstamo y un hálito nuestra existencia.
Termina la música.
Cihuacoatl
¡Guerra y muerte! ¡Muerte y guerra! ¿Hasta cuando dejarán de sonar en el mundo esas palabras? ¿Por qué la vida para ser vida necesita de la muerte? ¿Lo comprenden ustedes, señoras del Anáhuac?
Coro de mujeres que se adelantan a cuestionarla
¿Comprender? ¿Qué podemos comprender?
Mujer 1
Que la muerte nos deja solas, muy solas: cuidando el fuego, hilando el telar, desgranando la mazorca, dándole hijos y mas hijos a la tierra.
Mujer 2
¿Y todo para qué? Si al crecer también serán esclavos de la muerte.
Mujer 3
No me hables de la muerte, a la muerte me encomiendo y con la muerte me embriago.
Mujer 4
Yo no quiero a la muerte, porque se pasea por los campos, entra a las ciudades y se sienta en las plazas; fuma tabaco, bebe cacao y como yo se nombra señora.
Mujer 5
Como a mí le gusta enlazar a los hombres, solo que ella se los queda para siempre.
Coro de mujeres
¡No, por favor, no, en esta noche no me hables de la muerte!
Las mujeres se reintegran al coro dejando sola a la Cihuacoatl
Cihuacoatl
Esto que les digo puede que sea verdad, y un pesar le causa a mi corazón, pues es una leyenda de dioses que tuvieron que morir y de soles majestuosos que dejaron de brillar.
Coro
En la historia del tiempo nada deja de girar, se piensa que la vida es una rueda en que a veces prevalece el bien y en otras el mal; pero si algo acaba, de inmediato algo comienza.
Cihuacoatl
En el corazón de las piedras esta leyenda se grabó: que por cuatro edades como soles el mundo pasó, pero ninguno de ellos trascendió.
Por parejas se dice el nombre del Sol y sus características
Pareja 1
Sol de noche; tigre oscuro. La materia estaba presente pero la vida no tenía esperanza.
Pareja 2
Sol de viento. El aire de la vida empezó a soplar, la tierra se pobló de extraños animales y el espíritu del hombre tuvo la esperanza de encarnar.
Pareja 3
Sol de fuego. Acabó por una lluvia espantosa de fuego, sólo se salvaron los pájaros.
Pareja 4
Sol de agua. Tiempo del diluvio. El hombre ya andaba en la tierra.
Coro
Y ahora sepan como fue el primer día de nuestro tiempo al que los antiguos llamaron Sol de movimiento, pues, según ellos, este Quinto Sol acabará por un fuerte movimiento.
Cihuacoatl
¡Ay, mis hijos! ¿A dónde los llevaré? ¿En qué montes podrá ocultarlos? ¿Qué dolor callado podrá quitarles de su pecho? Pues según las cuentas de los antiguos el fin de este Sol ya se acerca.
Coro
¡Día cero!
De entre el Coro sale una narradora
Dicen que antes de que hubiera día en el mundo se juntaron los dioses, allá en Teotihuacan, y se dijeron unos a otros: ¿Quién tendrá a cargo alumbrar la tierra?
Se adelanta soberbio Tecuciztecatl
¡Yo alumbraré la tierra!
Narradora
Dijo un dios soberbio llamado Tecuciztecatl. El coro, ahora de dioses, lo mira admirado. Otra vez hablaron los dioses y dijeron:
Coro
¿Quién será otro más?
Narradora
Y entre ellos se miraban y ninguno de ellos se atrevían a ofrecerse para alumbrar la tierra; todos temían y se excusaban.
Se presenta Nanahuatzin. Unos lo miran con sorpresa, otros con desagrado, pero ante la indecisión que prevalece entre ellos lo van cercando hasta casi inmovilizarlo.
Narradora
Y un dios al que no se le tomaba en cuenta, y tenía pústulas en el cuerpo y no hablaba, sino que oía lo que los otros dioses decían, a él le dijeron:
Coro
¡Sé tú el que alumbre, purulento!
Narradora
Y él. De buena voluntad, obedeció y dijo:
Nanahuatzin
En merced recibo lo que me habéis mandado, sea así.
Narradora
Hicieron penitencia por cuatro días, luego, en lo alto de una peña encendieron una gran hoguera.
Música acelerada. Sale un grupo de mujeres con papeles rojos que, hincadas al centro del escenario, los agitan para simular una hoguera.
Narradora
Todo lo que ofrecía el dios Tecuciztecatl era precioso: en lugar de ramos ofrecía ricas plumas, en lugar de pelotas de heno, pelotas de oro, en lugar de espinas de maguey ensangrentadas, espinas de piedras preciosas y coral colorado. Su copal era de lo mejor.
Admirada se acerca a Nanahuatzin
El purulento, llamado Nanahuatzin, ofreció nueve cañas verdes atadas de tres en tres, bolas de heno y espinas de maguey ensangrentadas con su propia sangre, y en vez de copal la pus de su purulencia.
Coro
Pasados los días de la penitencia, a la noche siguiente se reunieron los dioses y se pusieron alrededor del fuego. El fuego de cuatro días.
El coro se divide en dos, sentado, mirando fijamente la hoguera. La música cesa.
Coro a Tecuciztecatl
¡Ea, pues, entra al fuego!
La música vuelve a empezar pero ahora su ritmo es más frenético. A ese ritmo Tecuciztecatl baila haciendo cuatro intentos por entrar a la hoguera y en los cuatro fracasa. Cae, rendido y avergonzado. La música cesa.
Narradora
Hizo cuatro intentos por entrar al fuego, pero el fuego era grande y muy encendido. Sintió el fuerte calor y tuvo miedo, y se volvió atrás. El miedo lo avasallaba.
Coro a Nanahuatzin, luego de un breve silencio.
¡Ea, pues, Nanahuatzin, prueba tú!
La música vuelve a comenzar. Nanahuatzin baila, aunque algo grotesco en relación al baile de Tecuciztecatl. En su rostro se refleja el miedo y la angustia, pero cierra los ojos y casí corriendo se arroja valientemente a la hoguera. Ante su acto los dioses quedan asombrados, las “llamas” de la hoguera se levantan y bailan. La música aumenta su volumen, se oyen gritos de espanto y desconcierto. Tecuciztecatl, al ver como las llamas envuelven a Nanahuatzin, siente vergüenza y, a pesar de su miedo, se levanta y se arroja a la hoguera, lo que causa escándalo en el coro de dioses, que al llegar a un paroxismo se desmayan. La música cesa abruptamente; solo se escucha la dulce melodía de una flauta.
Las llamas se apaciguan.
Los dioses se recuperan.
De entre la llamas extinguidas aparecen Nanahuatzin y Tecuciztecatl juntos, de espaldas, con los brazos extendidos en forma de cruz.
Narradora.
Cuando vino a salir el sol nadie lo podía mirar porque quitaba la vista y echaba rayos de gran manera, y sus rayos se derramaban por todas partes.
Después salió la luna, por la misma parte del Oriente, a la par del Sol. En el mismo orden que entraron al fuego salieron Sol y Luna. Tenían igual luz e igualmente resplandecían.
Coro, al ver la extraña figura que forman los dos sacrificados.
¿Cómo será esto? ¿Será bien que igual alumbren?
Narradora
Y los dioses dieron sentencia. Y uno de ellos fue corriendo y dio con un conejo en la cara de Tecuciztecatl, el que se hizo Luna, ofuscándole su resplandor.
Uno del Coro hace lo que la Narradora indica,
Después ambos, Sol y Luna, se quedaron quietos, sin moverse.
Coro
¿Cómo es esto? ¡El Sol no se mueve! ¿Cómo podremos vivir? ¡Muramos todos y hagamos que por nuestro sacrificio, el Sol se mueva!
Narradora
Se decidió que el viento sería el encargado de matar a los dioses. Todos estuvieron de acuerdo, pero Xólotl se rehusó a morir.
LA MUERTE DE XOLOTL
Los miembros del Coro, que representan a los dioses quedan agachados, en línea frente a la hoguera que contiene al Sol y a la Luna, golpean el piso con las manos o los pies marcando un ritmo, en tanto la Cihuacoatl, ahora como Ehécatl, dios del viento, a un extremo del escenario inicia un rito de sacrificio consagrando un cuchillo de pedernal. A punto de realizarse el sacrificio todos permanecen inmóviles hasta que se escucha una voz suplicante.
Xolotl
¡No quiero morir! (Susurro)
¡No quiero morir! (Voz fuerte)
¡No quiero morir! (Grito desgarrador)
Se desprende dramáticamente del Coro que permanecen ahora arrodillados.
Uno del Coro
Cuando se está en el dolor, con la muerte tan cerca, el tiempo da cuenta de su durabilidad.
Una del Coro
La existencia entonces se revela y duele.
Xólotl
¡Y no se quiere morir!
Intenta huir pero el Coro en un movimiento enérgico se lo impide
Otro del Coro
¿No eras ú el que alababa el sacrificio?
Otra del Coro
¿No eras tú el que se burlaba del que no podía entrar a la hoguera?
Xólotl
¡Dejen que en mi dolor celebre mi existencia!
Coro
¡Para que la existencia sea, es necesario la penitencia y el sacrificio!
Xólotl
¿Y que ganaría yo?
Coro
¡El olvido!
Xólotl
Es que este adolorido cuerpo mío recuerda mi soberbia de estar vivo, y me arrastro y me vuelvo despreciable.
Coro
¡Ya eres otro que quiere hacer revuelta en nosotros! ¡Déjanos en nuestro sacrificio!
Xólotl
Es que el dolor me hace reconocer a este ser que soy, ser que no quiero abandonar!
Coro
¡Sufre tu mal apego a las cosas que te hacen ser miedoso y cobarde!
Xólotl se muestra angustiado, temeroso. La Narradora, como parte del Coro, se acerca a él con la intención de calmarlo y animarlo al sacrificio.
Narradora
Hermano Xólotl, valioso gemelo mío, preveo tu espanto, pues miras que el viento viene a causar tu ruina. Pero no temas, no morirás, tu materia se hará única en el mundo. Tranquilízate, solo seguirás la senda que todos recorreremos. Irás al bajo mundo con la voluntad entregada y el corazón aplacado.
Xólotl
¡Seré maíz de dos cañas! ¡Entre los maizales me ocultaré!
El Coro lanza una exclamación de escándalo.
Narradora
¡Entre los maizales te encontrará el viento!
Xólotl
¡Seré maguey de dos cuerpos y mi hiel nadie podrá probarla!
El Coro vuelve a escandalizarse
Narradora
Lo que pasa es que no es posible que en el mundo quede un vacío más espantable que la muerte de los dioses,
Xólotl
¡Será que este Sol. Doliente e inmóvil quemara tus entrañas y mirando lo inútil del sacrificio te preguntarás: ¿dónde quedó mi existencia?
Coro
¡Por la existencia sea mejor nuestra muerte!
Xólotl
Me ocultaré en los ríos subterráneos y ahí habitaré. Seré ajolote, ser de tierra y agua, y ahí el viento no me encontrará.
Coro, agitan los brazos en un intento de atrapar a un inasible Xólotl
¡Te encontrará! ¡Te alcanzará! ¡Te matará!
Xólotl
¡Saben bien que mi sola muerte no abrirá las sementeras de la tierra ni moverá a ese Sol inerte! ¡No basta con solo morir!
Coro
¡Xólotl, no te vayas!
Xólotl
¡Te dejo el reflejo de mi alma arrebatada, tierna mazorca de fresco olor! ¡No me importa desaparecer! ¡Oh, dioses, no muera yo!
Xólotl sale huyendo. Los del Coro bajan los brazos e inclinan la cabeza en señal de derrota e impotencia. Cihuacoatl-Ehécatl, se acerca a ellos y comienza a sacrificarlos tomándolos por los cabellos y cortándoles la fragante con el cuchillo. Así mata primero a dos.
Narradora, escandalizada
¿Cómo, así nos matas? ¿Incompletos?
Cihuacoatl-Ehécatl mata a otro.
¿No preguntas por Xólotl, sólo cono nosotros te ensañas?
Cihuacoatl-Ehécatl
¿Por qué te escandalizas? Si bien sabes que este sacrificio será su redención.
Mata a otro
Narradora
Para que el sacrificio al Sol se cumpliera era necesario que estuviéramos todos.
Cihuacoatl.Ehécatl
No te angusties por Xólotl. Sé que no está entre ustedes, pero, para tu tranquilidad, sabe que en su destino estaba que lo habría de matar como ajolote en la profundidad de los ríos subterráneos.
Mata a la Narradora y luego a todos los demás, pero el Sol y la Luna siguen sin moverse
Cihuacoatl.Ehécatl, escandalizada y sorprendida
¡Como! ¡Todos los dioses han muerto y ni así el Sol y la Luna se mueven!
Entonces, acompañada por el sonido de un caracol empieza a soplar, solo así el Sol y la Luna comienzan lentamente a girar. A cada giro la Luna va separándose hasta desaparecer, quedando el Sol en el escenario.
La Cihuacoatl-Ehécatl, al ver como va cumpliéndose el milagro dice:
¡Tú Sol! ¿Por qué te haces de rogar? Ponte tu ropaje de oro y permite que tus rayos desciendan a la tierra.
La serpiente de fuego se convierte en quetzal.
Semejante a una piedra preciosa así es mi corazón.
Veré el oro de tus rayos y me alegraré.
En ese momento los dioses comienzan a resucitar.
Fructificaran en abundancia los frutos del maíz y la montañas se elevaran a ti.
Yo, el Viento, tu devoto servidor, dirige su mirada a ti y se alegra.
Todos
¡Si, puedo decir, ha nacido el caudillo, la tierra vivirá!
Fin de Obra
Esta obra queda dedicada con todo cariño y admiración a las Profesoras:
Irais (Cihuacoatl-Ehécatl)
Fany (Narradora)
Bertha Olimpia Morales Sierra (Dirección de obra)
miércoles, 26 de noviembre de 2008
ANARDA Y LIZARDA
ANARDA Y LISARDA
(Obra de un solo acto con tres escenas)
Autor: Salvador de la Madrid Vieyra
PERSONAJES
LA CATRINA
ANARDA
LIZARDA
LA MUJER
LOS DOS TENEBROSOS
……………………………………………………………………………………………
PRIMERA ESCENA
LA CATRINA
Dos de noviembre, un año más, y si ninguno de nuestros seres queridos ha partido, y si seguimos en la misma casa cumpliendo nuestro trabajo, decimos que nada ha pasado, que todo sigue igual, pero, ¿todo es para siempre? La vida tiene un final predecible y es lo que configura el aquí y el ahora de nuestra existencia. Ante las cosas de la vida, ¿cómo pueden quedar impávidos los ojos de quienes irremediablemente habrán de morir?
Decían los espartanos que la mente es un laberinto lleno de puertas, que hay una que no se debe de abrir: la que conduce a la pregunta: ¿Cómo será el día de mi muerte? Pues si el hombre la abre, cabe la posibilidad que se vuelva un penitente, se arrepienta de sus obras y clame por el perdón de sus pecados, que se vuelva fastidioso con recomendaciones y consejos, y que en sus últimos días se debata en la angustia de lo que ya nunca hará. Sin embargo pareciera inevitable abrir esa puerta, imaginar y hacer la pregunta: ¿Cómo será el último día de mi existencia? Por que la muerte siempre está cerca de nosotros, camina nuestros mismos pasos, se ríe de nuestras ocurrencias, se burla de la osadía de nuestros actos, pues sabe bien que hagamos lo que hagamos, llegaremos puntuales a ella, ni un minuto antes, ni un minuto después.
SEGUNDA ESC ENA (Las dos adolescentes)
Anarda.- ¡Oye, detente, que seguirte cansa!
Lizarda.- No tenías por que seguirme.
Anarda.- Se supone que fuiste a mi casa para hacer la tarea, y de pronto te saliste corriendo.
Lizarda.- Se supone. Aunque tal vez no quería hacer la tarea sino platicar contigo. Pero eres tan obsesiva cuando estudias, que pienso que no escuchas lo que se te dice por estar metida en tus libros; sinceramente me desesperaste y me dio ganas de salir corriendo.
Anarda.- ¿A dónde?
Lizarda.- No sé, a cualquier parte.
Anarda.- A tu casa.
Lizarda.- No, a mi casa no.
Anarda.- ¿Qué tienes? ¿Qué te pasa? ¡Ay, amiga, ahora si me preocupaste! Dime lo que me querías decir y discúlpame por no escucharte.
Lizarda.- Está bien, te lo voy a decir. Mis papás se volvieron a pelear horriblemente. Mi papá agarró lo más indispensable de su ropa y se salió de la casa. Y con el coraje que le vi en los ojos, creo que esta vez se fue para siempre.
Anarda.- ¡No puede ser! ¿Los papás no pueden irse así como así! ¿Por qué lo hizo?
Lizarda.- Por falta de dinero, porque no puede conseguir un buen trabajo, por fastidio, por desesperación de no poder mantenernos. ¡Ay, amiga, no lo sé, todo esto es para mí muy complicado!
Anarda.- ¿Y qué piensas hacer?
Lizarda.- Morirme. Mi mamá se ha quedado sola en la casa llorando y no tiene un centavo para darle de cenar a mis hermanitos.
Anarda.- Oye, ¿y no sería más fácil que pensaras en trabajar?
Lizarda.- ¿En qué?
Anarda.- Pues aunque fuera vendiendo chicles o haciendo quesadillas. Lo importante es que ayudes a tu mamá a salir del apuro, pues si ya tiene bastante con que la abandonó el marido, agrega que tú también la quieres abandonar y de paso morirte.
Lizarda.- ¡No te burles!
Anarda.- No me burlo, te hablo en serio.
Lizarda.- Es que tú no comprendes lo duro que es perder a un padre. El mío no es malo, sólo que no sabe vivir ni entiende como ser responsable. Sin embargo yo lo quiero y pensar que no lo volveré a ver me hace sentir que me muero. No, yo no soy fuerte como tú, es más fácil para mí quedarme ciega o paralítica a tener que soportar este dolor.
Anarda.- ¡Ay, amiga! No te vayas, no vayas a cometer una locura.
Lizarda.- Sabes, quiero caminar y caminar mucho, sentir la fría soledad de esta noche y llorar, también mucho, mucho. A mí ni me va a pasar nada. Ya sabes: “hierba mala…” Pero, por si mañana no voy a la escuela te dejo mi cuaderno de Español. Le dices a la maestra que si hice la tarea, y, aunque no lo parezca, si me gusta su clase; que ya no reniegue de mí y deje de pensar que soy una incumplida. A los muchachos no les cuentes nada de lo que me pasa, me daría mucha pena, y además, ya ves lo burlones que son.
Anarda.- No te preocupes, yo no diré nada.
Lizarda.- Adiós amiga.
Anarda.- Adiós y cuídate.
TERCERA ESCENA
(La muchacha se va caminando tristemente. Aparecen un par de vagos mal vivientes, los Tenebrosos, que al verla sola sonríen sarcásticamente mostrando sus malas intenciones. Atrás de ellos está la Catrina, impávida, como esperando dar un golpe certero. La muchacha mira espantada a los Tenebrosos, quiere regresar con su amiga, pero siente el dolor de su situación y resignadamente va hacia ellos consiente de que le van hacer un mal. Cuando está a punto de ser atrapada, aparece una mujer joven, viene con prisa y se muestra un tanto atolondrada, la toma del brazo y la regresa con su amiga)
Juana Inés.- ¡Niñas, niñas! ¡Que bueno que las encuentro, ojalá ustedes puedan indicarme una dirección que busco, pues temo que me he perdido!
(Ante la presencia de la mujer los vagos se desconciertan, se ponen molestos, como depredadores frustrados. La Catrina da muestras de enojo, se adelanta para enfrentarse a la mujer, pero solo ambas se miran desafiantes sin que las muchachas lo noten. La Catrina y los vagos se retiran enojados)
Saben, así como ven de grande, toda mi vida, de una manera u otra me la he pasada encerrada, y ahora que tengo que salir a la calle, fácilmente me pierdo. ¿Ustedes son de aquí?
Anarda.- Si señorita, aquí hemos vivido toda la vida. ¿Y usted?
Juana Inés.- Yo nací en el Estado de México, en Nepantla, pero vine a vivir a la ciudad desde niña, y ya les digo, como casi nunca salgo, ahora me pierdo.
Lizarda.- ¿Qué dirección busca?
Juana Inés.- Busco la calle de San jerónimo---
Anarda.- ¡Ah, si! Es la primera calle pasando Izazaga.
Juana Inés.- ¡Si! Por donde hay un convento. Por que… Díganme, ¿todavía hay un convento en esa calle?
Anarda.- Pues creo que si. Francamente no me he fijado, pero una vez, alguien me dijo que ahí había un convento. ¡Usted vive ahí?
Juana Inés.- Pues…
Anarda.- Pues si vive ahí, ¿por qué se sale si luego no sabe regresar?
Juana Inés.- ¡Oye, te crees muy lista!
Anarda.- Soy la más inteligente de mi clase, abanderada de la escuela que es decir el mejor promedio.
Juana Inés.- ¡Felicidades! ¿Te gusta el estudio?
Anarda.- ¡Me encanta!
Juana Inés.- ¿Y tú por qué tienes esa carita como de asustada? ¿Has estado llorando?
Anarda.- Sus padres se pelearon y ella está muy triste. Piensa que su padre la abandonó para siempre y eso no puede soportarlo.
Lizarda.- Te pedí que no contaras a nadie de lo mío…
Anarda.- Hasta se quiere morir.
Lizarda.- ¡Yaaa!
Juana Inés.- No te enojes, yo comprendo lo que sientes pues tuve el mismo problema. Si, cuando era niña mi padre nos abandonó a mi mamá y a mis hermanas, pero ella de inmediato se juntó, que no se casó, con otro señor, uno que era capitán. Empezó a tener familia con él y a nosotras dejó de atendernos; fue entonces que me vine a vivir a la capital con unos tíos.
Lizarda.- Que bueno que tuvo usted familia que la apoyara.
Juana Inés.- Ni tanto. A mi tío le empezó a pesar mantenerme, y cuando me vio crecidita, a los diez y seis años empezó a buscarme… digamos, una colocación en el gobierno.
Lizarda.- ¿Quería que trabajara de burócrata tan chica?
Juana Inés.- Pues algo así. La verdad es que yo me sentía triste y sola. Sin padre, alejada de mi madre, arrimada con mis tíos, me sentía muy deprimida, pero nunca pensé en la muerte. ¿Sabes como superé ese sentimiento? Con el estudio, le agarré tanto gusto que hasta se me volvió vicio. Por eso tú, a pesar que eres medio pesada, me caes bien, porque cuando era chica era como tú, muy presumida y presuntuosa.
Lizarda.- Si, es cierto. A veces ella me cae tan gorda, sin embargo no puedo evitar considerarla como mi mejor amiga, y aunque he querido cortarla, no se por qué no puedo.
Juana Inés.- Es que no hay luz más hermosa que la de la inteligencia, ni princesa más arrogante que la Razón. Se siente tan bien estar en la compañía de los inteligentes. Les decía que el mayor tiempo de mi vida me la pasaba encerrada, y sin embargo, rodeada de libros y artilugios científicos sentía que era la dueña del mundo. ¡Alas del conocimiento, para qué las quiero si no es para volar al alto cielo!
Lizarda.- ¿Cómo puede alguien decir que es feliz en el mucho leer y estudiar?
Juana Inés.- Por que los libros y el estudio resaltan el talento, que es tal su suavidad, su viveza y energía, que lo mismo que disiente, enamora, suspende con dulzura , hechiza con la gracia, eleva, admira y encanta a la persona que lo posee.
Lizarda.- Yo quiero ser talentosa y leer muchos libros hermosos!
Juana Inés.- Se aplacarían tus temores.
Lizarda.- ¡Ya no me sentiría sola!
Juana Inés.- ¡Ya no tendrías miedo!
Lizarda.- ¡Ya no me importaría las miserias del mundo y mi suerte. Huiría de mí la tristeza!
Juana Inés.- Si, pero…
Lizarda.- ¿Pero, qué?
Juana Inés.- Que el mucho conocimiento también trae la soledad, sobre todo para la mujer. ¿No ves como tu inteligente amiga a veces es insoportable?
Lizarda.- Pero tú eres simpática. Tú no puedes caerle mal a nadie.
Juana Inés.- Si supieras. Pues si, por mucho saber les caí mal a mas de cuatro, creo que fue por eso, por mi mucha insistencia al estudio, que me animaron a encerrarme… Si, adivinaron, en un convento.
Anarda.- ¡Tú, monja! ¡No puede ser si eres muy hermosa, has de tener un montón de novios babeando por ti!
Juana Inés.- Pues cuando estuve “trabajando en el gobierno”, tuve muchos pretendientes, eran muy divertidos y excitantes, hasta les escribí versos, no sé si amé a uno o amé a todos, solo sé que estaba enamorada del amor.
Anarda.- ¿Y aún así te metiste al convento?
Juana Inés.- Es que si estaba enamorada del amor, apasionada estaba yo del conocimiento. Así no me importó irme a un convento y no casarme, pues estaba convencida que a través del conocimiento podía ver el rostro de Dios.
Anarda.- ¿Y lo viste?
Juana Inés.- En cada parte, en cada cosa del mundo, que era como una canción, no solo se manifestaba su sabiduría, sino además su alegría, y por eso, de conocer también participaba en su alegría.
Anarda.- Hablas de manera extraña, pero interesante.
Lizarda.- ¡Qué hermoso!
Anarda.- ¡Oye, dijiste que le habías escrito poemas a tus galanes! ¿Te acuerdas de alguno? Me gustaría poner uno como ejemplo para mi tarea de Español.
Juana Inés.- Mira, no recuerdo bien lo que he escrito, pero hay poemas que me encantan como aquel que dice:”Detente sombra de mi bien esquivo,/imagen del hechizo que más quiero,/ bella ilusión por quien alegre muero,/ dulce ficción por quien penosa vivo…
Anarda.- ¡Oye, oye, oye! Ese poema es de Sor Juana…
Juana Inés.- ¡Uy, de verás que eres estudiada!
Anarda.- ¡Claro! ¡Si ese es el tema que estamos viendo en clase! Mira hasta tengo la estampita de su retrato, ese del que ella dijo: “Este que ves, engaño colorido,/ que del arte ostentando los primores/ con falsos silogismos de colores,/ es cauteloso engaño del sentido”. Y lo dijo por que supuestamente la representaron joven cuando ya era grande.
Lizarda.- Oye, y eso, ¿cómo lo sabes?
Anarda.- Por que lo dijo la maestra.
Lizarda.- ¿Cuándo, que no lo oí?
Anarda.- ¿Cuándo? Es que debes de poner atención a lo que dicen los maestros, aunque sea de vez en cuando.
Juana Inés.- Pues yo creo que ahí la tal Sor Juana se equivocó y pecó de soberbia, pues la mujer a cualquier edad siempre es bella.
Lizarda.- Saben qué, les quiero decir algo: hablando con ustedes se me ha quitado la tristeza, ya no me quiero morir. Tienes razón amiga, voy a trabajar vendiendo chicles o haciendo quesadillas, para ayudar a mi mamá y no ser tan egoísta para dejarla sola con su sufrimiento. Pero tampoco voy a dejar de estudiar ni perder la esperanza de algún día recuperar a mi papá,
Juana Inés.- Si los riesgos del mar considerara,/ ninguno se embarcara, si antes viera/ bien su peligro…” Me alegro que hallas tomado esa decisión, y ahora ya váyanse que sus familias han de estar preocupadas por ustedes.
Anarda.- ¡Si, mi familia!
Lizarda.- ¿Y usted? No va saber como llegar al lugar que quiere.
Juana Inés.- Querida mía, la verdad es que desde que tenía cinco años sabía a donde quería llegar. Adiós.
Anarda.- ¡Adiós! ¡Ah, oiga! Tuvimos mucho gusto en conocerla y platicar con usted aunque fuera brevemente, pero no le preguntamos su nombre- ¿Cómo se llama?
Juana Inés.- ¡Ah, el nombre es lo de menos! Lo importante es que nos conocimos, platicamos, nos caímos bien, y ustedes regresan salvas y sanas a sus casas.
Anarda.- ¡Por favor…!
Juana Inés.- ¡Ah, esta bien! Llámenme Juana Inés.
Lizarda.- ¡Adiós Juana Inés! ¡Ojalá y pronto te volvamos a ver!
(La mujer queda sola en el escenario despidiendo a las muchachas, entra la Catrina y ambas vuelven a verse desafiantes, hasta que la Catrina cede y le hace una profunda reverencia para despedirla)
CATRINA
Rosa divina que en gentil cultura/ eres, con tu fragante sutileza,/magisterio purpúreo de la belleza/ enseñanza nevada a la hermosura./ Amago de la humana arquitectura,/ejemplo de la vana gentileza,/en cuyo ser unió naturaleza/la cuna alegre y triste sepultura./¡Cuán altiva en tu pompa, presumida,/soberbia, el riesgo de morir desdeñas,/y luego desmayada y encogida/de tu caduco ser das mustias señas,/con que con docta muerte y necia vida,/viviendo engañas y muriendo enseñas,
FIN DE OBRA
Salvador Damar. Noviembre de 2006
(Obra de un solo acto con tres escenas)
Autor: Salvador de la Madrid Vieyra
PERSONAJES
LA CATRINA
ANARDA
LIZARDA
LA MUJER
LOS DOS TENEBROSOS
……………………………………………………………………………………………
PRIMERA ESCENA
LA CATRINA
Dos de noviembre, un año más, y si ninguno de nuestros seres queridos ha partido, y si seguimos en la misma casa cumpliendo nuestro trabajo, decimos que nada ha pasado, que todo sigue igual, pero, ¿todo es para siempre? La vida tiene un final predecible y es lo que configura el aquí y el ahora de nuestra existencia. Ante las cosas de la vida, ¿cómo pueden quedar impávidos los ojos de quienes irremediablemente habrán de morir?
Decían los espartanos que la mente es un laberinto lleno de puertas, que hay una que no se debe de abrir: la que conduce a la pregunta: ¿Cómo será el día de mi muerte? Pues si el hombre la abre, cabe la posibilidad que se vuelva un penitente, se arrepienta de sus obras y clame por el perdón de sus pecados, que se vuelva fastidioso con recomendaciones y consejos, y que en sus últimos días se debata en la angustia de lo que ya nunca hará. Sin embargo pareciera inevitable abrir esa puerta, imaginar y hacer la pregunta: ¿Cómo será el último día de mi existencia? Por que la muerte siempre está cerca de nosotros, camina nuestros mismos pasos, se ríe de nuestras ocurrencias, se burla de la osadía de nuestros actos, pues sabe bien que hagamos lo que hagamos, llegaremos puntuales a ella, ni un minuto antes, ni un minuto después.
SEGUNDA ESC ENA (Las dos adolescentes)
Anarda.- ¡Oye, detente, que seguirte cansa!
Lizarda.- No tenías por que seguirme.
Anarda.- Se supone que fuiste a mi casa para hacer la tarea, y de pronto te saliste corriendo.
Lizarda.- Se supone. Aunque tal vez no quería hacer la tarea sino platicar contigo. Pero eres tan obsesiva cuando estudias, que pienso que no escuchas lo que se te dice por estar metida en tus libros; sinceramente me desesperaste y me dio ganas de salir corriendo.
Anarda.- ¿A dónde?
Lizarda.- No sé, a cualquier parte.
Anarda.- A tu casa.
Lizarda.- No, a mi casa no.
Anarda.- ¿Qué tienes? ¿Qué te pasa? ¡Ay, amiga, ahora si me preocupaste! Dime lo que me querías decir y discúlpame por no escucharte.
Lizarda.- Está bien, te lo voy a decir. Mis papás se volvieron a pelear horriblemente. Mi papá agarró lo más indispensable de su ropa y se salió de la casa. Y con el coraje que le vi en los ojos, creo que esta vez se fue para siempre.
Anarda.- ¡No puede ser! ¿Los papás no pueden irse así como así! ¿Por qué lo hizo?
Lizarda.- Por falta de dinero, porque no puede conseguir un buen trabajo, por fastidio, por desesperación de no poder mantenernos. ¡Ay, amiga, no lo sé, todo esto es para mí muy complicado!
Anarda.- ¿Y qué piensas hacer?
Lizarda.- Morirme. Mi mamá se ha quedado sola en la casa llorando y no tiene un centavo para darle de cenar a mis hermanitos.
Anarda.- Oye, ¿y no sería más fácil que pensaras en trabajar?
Lizarda.- ¿En qué?
Anarda.- Pues aunque fuera vendiendo chicles o haciendo quesadillas. Lo importante es que ayudes a tu mamá a salir del apuro, pues si ya tiene bastante con que la abandonó el marido, agrega que tú también la quieres abandonar y de paso morirte.
Lizarda.- ¡No te burles!
Anarda.- No me burlo, te hablo en serio.
Lizarda.- Es que tú no comprendes lo duro que es perder a un padre. El mío no es malo, sólo que no sabe vivir ni entiende como ser responsable. Sin embargo yo lo quiero y pensar que no lo volveré a ver me hace sentir que me muero. No, yo no soy fuerte como tú, es más fácil para mí quedarme ciega o paralítica a tener que soportar este dolor.
Anarda.- ¡Ay, amiga! No te vayas, no vayas a cometer una locura.
Lizarda.- Sabes, quiero caminar y caminar mucho, sentir la fría soledad de esta noche y llorar, también mucho, mucho. A mí ni me va a pasar nada. Ya sabes: “hierba mala…” Pero, por si mañana no voy a la escuela te dejo mi cuaderno de Español. Le dices a la maestra que si hice la tarea, y, aunque no lo parezca, si me gusta su clase; que ya no reniegue de mí y deje de pensar que soy una incumplida. A los muchachos no les cuentes nada de lo que me pasa, me daría mucha pena, y además, ya ves lo burlones que son.
Anarda.- No te preocupes, yo no diré nada.
Lizarda.- Adiós amiga.
Anarda.- Adiós y cuídate.
TERCERA ESCENA
(La muchacha se va caminando tristemente. Aparecen un par de vagos mal vivientes, los Tenebrosos, que al verla sola sonríen sarcásticamente mostrando sus malas intenciones. Atrás de ellos está la Catrina, impávida, como esperando dar un golpe certero. La muchacha mira espantada a los Tenebrosos, quiere regresar con su amiga, pero siente el dolor de su situación y resignadamente va hacia ellos consiente de que le van hacer un mal. Cuando está a punto de ser atrapada, aparece una mujer joven, viene con prisa y se muestra un tanto atolondrada, la toma del brazo y la regresa con su amiga)
Juana Inés.- ¡Niñas, niñas! ¡Que bueno que las encuentro, ojalá ustedes puedan indicarme una dirección que busco, pues temo que me he perdido!
(Ante la presencia de la mujer los vagos se desconciertan, se ponen molestos, como depredadores frustrados. La Catrina da muestras de enojo, se adelanta para enfrentarse a la mujer, pero solo ambas se miran desafiantes sin que las muchachas lo noten. La Catrina y los vagos se retiran enojados)
Saben, así como ven de grande, toda mi vida, de una manera u otra me la he pasada encerrada, y ahora que tengo que salir a la calle, fácilmente me pierdo. ¿Ustedes son de aquí?
Anarda.- Si señorita, aquí hemos vivido toda la vida. ¿Y usted?
Juana Inés.- Yo nací en el Estado de México, en Nepantla, pero vine a vivir a la ciudad desde niña, y ya les digo, como casi nunca salgo, ahora me pierdo.
Lizarda.- ¿Qué dirección busca?
Juana Inés.- Busco la calle de San jerónimo---
Anarda.- ¡Ah, si! Es la primera calle pasando Izazaga.
Juana Inés.- ¡Si! Por donde hay un convento. Por que… Díganme, ¿todavía hay un convento en esa calle?
Anarda.- Pues creo que si. Francamente no me he fijado, pero una vez, alguien me dijo que ahí había un convento. ¡Usted vive ahí?
Juana Inés.- Pues…
Anarda.- Pues si vive ahí, ¿por qué se sale si luego no sabe regresar?
Juana Inés.- ¡Oye, te crees muy lista!
Anarda.- Soy la más inteligente de mi clase, abanderada de la escuela que es decir el mejor promedio.
Juana Inés.- ¡Felicidades! ¿Te gusta el estudio?
Anarda.- ¡Me encanta!
Juana Inés.- ¿Y tú por qué tienes esa carita como de asustada? ¿Has estado llorando?
Anarda.- Sus padres se pelearon y ella está muy triste. Piensa que su padre la abandonó para siempre y eso no puede soportarlo.
Lizarda.- Te pedí que no contaras a nadie de lo mío…
Anarda.- Hasta se quiere morir.
Lizarda.- ¡Yaaa!
Juana Inés.- No te enojes, yo comprendo lo que sientes pues tuve el mismo problema. Si, cuando era niña mi padre nos abandonó a mi mamá y a mis hermanas, pero ella de inmediato se juntó, que no se casó, con otro señor, uno que era capitán. Empezó a tener familia con él y a nosotras dejó de atendernos; fue entonces que me vine a vivir a la capital con unos tíos.
Lizarda.- Que bueno que tuvo usted familia que la apoyara.
Juana Inés.- Ni tanto. A mi tío le empezó a pesar mantenerme, y cuando me vio crecidita, a los diez y seis años empezó a buscarme… digamos, una colocación en el gobierno.
Lizarda.- ¿Quería que trabajara de burócrata tan chica?
Juana Inés.- Pues algo así. La verdad es que yo me sentía triste y sola. Sin padre, alejada de mi madre, arrimada con mis tíos, me sentía muy deprimida, pero nunca pensé en la muerte. ¿Sabes como superé ese sentimiento? Con el estudio, le agarré tanto gusto que hasta se me volvió vicio. Por eso tú, a pesar que eres medio pesada, me caes bien, porque cuando era chica era como tú, muy presumida y presuntuosa.
Lizarda.- Si, es cierto. A veces ella me cae tan gorda, sin embargo no puedo evitar considerarla como mi mejor amiga, y aunque he querido cortarla, no se por qué no puedo.
Juana Inés.- Es que no hay luz más hermosa que la de la inteligencia, ni princesa más arrogante que la Razón. Se siente tan bien estar en la compañía de los inteligentes. Les decía que el mayor tiempo de mi vida me la pasaba encerrada, y sin embargo, rodeada de libros y artilugios científicos sentía que era la dueña del mundo. ¡Alas del conocimiento, para qué las quiero si no es para volar al alto cielo!
Lizarda.- ¿Cómo puede alguien decir que es feliz en el mucho leer y estudiar?
Juana Inés.- Por que los libros y el estudio resaltan el talento, que es tal su suavidad, su viveza y energía, que lo mismo que disiente, enamora, suspende con dulzura , hechiza con la gracia, eleva, admira y encanta a la persona que lo posee.
Lizarda.- Yo quiero ser talentosa y leer muchos libros hermosos!
Juana Inés.- Se aplacarían tus temores.
Lizarda.- ¡Ya no me sentiría sola!
Juana Inés.- ¡Ya no tendrías miedo!
Lizarda.- ¡Ya no me importaría las miserias del mundo y mi suerte. Huiría de mí la tristeza!
Juana Inés.- Si, pero…
Lizarda.- ¿Pero, qué?
Juana Inés.- Que el mucho conocimiento también trae la soledad, sobre todo para la mujer. ¿No ves como tu inteligente amiga a veces es insoportable?
Lizarda.- Pero tú eres simpática. Tú no puedes caerle mal a nadie.
Juana Inés.- Si supieras. Pues si, por mucho saber les caí mal a mas de cuatro, creo que fue por eso, por mi mucha insistencia al estudio, que me animaron a encerrarme… Si, adivinaron, en un convento.
Anarda.- ¡Tú, monja! ¡No puede ser si eres muy hermosa, has de tener un montón de novios babeando por ti!
Juana Inés.- Pues cuando estuve “trabajando en el gobierno”, tuve muchos pretendientes, eran muy divertidos y excitantes, hasta les escribí versos, no sé si amé a uno o amé a todos, solo sé que estaba enamorada del amor.
Anarda.- ¿Y aún así te metiste al convento?
Juana Inés.- Es que si estaba enamorada del amor, apasionada estaba yo del conocimiento. Así no me importó irme a un convento y no casarme, pues estaba convencida que a través del conocimiento podía ver el rostro de Dios.
Anarda.- ¿Y lo viste?
Juana Inés.- En cada parte, en cada cosa del mundo, que era como una canción, no solo se manifestaba su sabiduría, sino además su alegría, y por eso, de conocer también participaba en su alegría.
Anarda.- Hablas de manera extraña, pero interesante.
Lizarda.- ¡Qué hermoso!
Anarda.- ¡Oye, dijiste que le habías escrito poemas a tus galanes! ¿Te acuerdas de alguno? Me gustaría poner uno como ejemplo para mi tarea de Español.
Juana Inés.- Mira, no recuerdo bien lo que he escrito, pero hay poemas que me encantan como aquel que dice:”Detente sombra de mi bien esquivo,/imagen del hechizo que más quiero,/ bella ilusión por quien alegre muero,/ dulce ficción por quien penosa vivo…
Anarda.- ¡Oye, oye, oye! Ese poema es de Sor Juana…
Juana Inés.- ¡Uy, de verás que eres estudiada!
Anarda.- ¡Claro! ¡Si ese es el tema que estamos viendo en clase! Mira hasta tengo la estampita de su retrato, ese del que ella dijo: “Este que ves, engaño colorido,/ que del arte ostentando los primores/ con falsos silogismos de colores,/ es cauteloso engaño del sentido”. Y lo dijo por que supuestamente la representaron joven cuando ya era grande.
Lizarda.- Oye, y eso, ¿cómo lo sabes?
Anarda.- Por que lo dijo la maestra.
Lizarda.- ¿Cuándo, que no lo oí?
Anarda.- ¿Cuándo? Es que debes de poner atención a lo que dicen los maestros, aunque sea de vez en cuando.
Juana Inés.- Pues yo creo que ahí la tal Sor Juana se equivocó y pecó de soberbia, pues la mujer a cualquier edad siempre es bella.
Lizarda.- Saben qué, les quiero decir algo: hablando con ustedes se me ha quitado la tristeza, ya no me quiero morir. Tienes razón amiga, voy a trabajar vendiendo chicles o haciendo quesadillas, para ayudar a mi mamá y no ser tan egoísta para dejarla sola con su sufrimiento. Pero tampoco voy a dejar de estudiar ni perder la esperanza de algún día recuperar a mi papá,
Juana Inés.- Si los riesgos del mar considerara,/ ninguno se embarcara, si antes viera/ bien su peligro…” Me alegro que hallas tomado esa decisión, y ahora ya váyanse que sus familias han de estar preocupadas por ustedes.
Anarda.- ¡Si, mi familia!
Lizarda.- ¿Y usted? No va saber como llegar al lugar que quiere.
Juana Inés.- Querida mía, la verdad es que desde que tenía cinco años sabía a donde quería llegar. Adiós.
Anarda.- ¡Adiós! ¡Ah, oiga! Tuvimos mucho gusto en conocerla y platicar con usted aunque fuera brevemente, pero no le preguntamos su nombre- ¿Cómo se llama?
Juana Inés.- ¡Ah, el nombre es lo de menos! Lo importante es que nos conocimos, platicamos, nos caímos bien, y ustedes regresan salvas y sanas a sus casas.
Anarda.- ¡Por favor…!
Juana Inés.- ¡Ah, esta bien! Llámenme Juana Inés.
Lizarda.- ¡Adiós Juana Inés! ¡Ojalá y pronto te volvamos a ver!
(La mujer queda sola en el escenario despidiendo a las muchachas, entra la Catrina y ambas vuelven a verse desafiantes, hasta que la Catrina cede y le hace una profunda reverencia para despedirla)
CATRINA
Rosa divina que en gentil cultura/ eres, con tu fragante sutileza,/magisterio purpúreo de la belleza/ enseñanza nevada a la hermosura./ Amago de la humana arquitectura,/ejemplo de la vana gentileza,/en cuyo ser unió naturaleza/la cuna alegre y triste sepultura./¡Cuán altiva en tu pompa, presumida,/soberbia, el riesgo de morir desdeñas,/y luego desmayada y encogida/de tu caduco ser das mustias señas,/con que con docta muerte y necia vida,/viviendo engañas y muriendo enseñas,
FIN DE OBRA
Salvador Damar. Noviembre de 2006
EL PASO DE GATO
Para Salvador 1968
Convocar el recuerdo desde cualquier lugar: una casa, un café, una calle que se alarga en la memoria. En fin, el recuerdo es como una suave melodía que por tenerla tan adentro pocas veces escuchamos.
Recuerdo que cuando abrí la puerta de mi adolescencia de inmediato comenzaron los extravíos. ¿A cuáles lugares ir sin preocupar a mi padre? ¿Qué amigos, qué novias podía tener sin que fueran criticados por mi madre? ¿Por qué cuando me tocaba elegir difícilmente elegía lo correcto? ¿Por qué debía ver la vida como un mar proceloso donde, en cualquier momento, podía sucumbir víctima de mis propios extravíos?
Como nadie me daba las respuestas que yo quería, me conformé con mirar: mirar a hombres y mujeres adultos embrollados en sus contingencias y contradicciones, donde, a veces, los valores que predicaban tan solo eran palabras de sentido equívoco. Entonces podía dejar de escucharlos pero no dejar de mirarlos. Y miré las razones de sus miedos; una de ellas era la pasión, por que la pasión llevaba a la responsabilidad de los sentimientos y su incendio, aunque también libraba de la incertidumbre. En mi adolescencia, por no saber como prever el futuro, le tenía miedo a la incertidumbre, por eso supuse que ser inocente y no entregarse a una pasión era pecado.
¡Y pequé! Me dije: “¡Estoy cambiando, el mundo también debe cambiar! Si el futuro no existe quememos en las hogueras del ahora contradicciones y represiones, abominemos de lo incierto, saturemos de consignas las paredes; aumentemos los decibeles de la música y que revienten los oídos; profanemos los cuadros bonitos y las canciones románticas, y que los ojos se abran tanto hasta que las lágrimas se salgan”.Esto me decía pero no sabía que me lo decía; simplemente me dedicaba a enjuagar mi pantalón de mezclilla con Coca Cola, a portarme cínico y ferozmente sensual con las muchachas, dejar que mi pelo creciera y con mi barba cubrirme el rostro para sentirme un enigma; a levantarle altares a Marí Sabina y en su honor fumar puros al estilo del Che Guevara y beber tequila.
¿Cómo era de adolescente? No lo sé.
¿Quién era yo?
Tal vez una esperanza que se volatizaba cada día que pasaba; una contradicción que amargaba las buenas intenciones de mis maestros; un malestar por pensar que tan solo era un reflejo de las contradicciones e incertidumbres de mis padres. ¿O sería esa fuerza descomunal, sin conciencia de sí misma, que al moverse espantaba al Sistema, tanto que le negaba el diálogo y, por preservar el Orden Establecido, se sintió obligado a regar con sangre de jóvenes las plazas de Tlatelolco, el Zócalo y Ciudad Universitaria.
Por que yo creía que sólo era una timidez desesperante: un temor contrito y una excitación jadeante ante las manifestaciones del sexo y del amor; un inocente pecador; un mustio de sueños alterados y tranquilidad expectante en los oscuros laberintos de la soledad y la melancolía; un conspicuo lector de Gerardo Denis, José Agustín, Sartre y Wilheim Reich. Que esperaba feliz el crepúsculo para arrancarle suspiros a la novia y confesarle que era adicto convencido del Amor y la Paz, a los Beatles y a las canciones de Joan Baez.
¿Era verdad que dejaba pasar la vida pensando que lo bueno de ella no está en lo que se vive sino en lo que creemos vivir? De cualquier modo ahora sé que la vida es como agua de río, cambiante en el instante mismo que pasa; y que al final no hay más esperanza que ser una buena historia que nuestra muerte soñó.
De Salvador 2008
Convocar el recuerdo desde cualquier lugar: una casa, un café, una calle que se alarga en la memoria. En fin, el recuerdo es como una suave melodía que por tenerla tan adentro pocas veces escuchamos.
Recuerdo que cuando abrí la puerta de mi adolescencia de inmediato comenzaron los extravíos. ¿A cuáles lugares ir sin preocupar a mi padre? ¿Qué amigos, qué novias podía tener sin que fueran criticados por mi madre? ¿Por qué cuando me tocaba elegir difícilmente elegía lo correcto? ¿Por qué debía ver la vida como un mar proceloso donde, en cualquier momento, podía sucumbir víctima de mis propios extravíos?
Como nadie me daba las respuestas que yo quería, me conformé con mirar: mirar a hombres y mujeres adultos embrollados en sus contingencias y contradicciones, donde, a veces, los valores que predicaban tan solo eran palabras de sentido equívoco. Entonces podía dejar de escucharlos pero no dejar de mirarlos. Y miré las razones de sus miedos; una de ellas era la pasión, por que la pasión llevaba a la responsabilidad de los sentimientos y su incendio, aunque también libraba de la incertidumbre. En mi adolescencia, por no saber como prever el futuro, le tenía miedo a la incertidumbre, por eso supuse que ser inocente y no entregarse a una pasión era pecado.
¡Y pequé! Me dije: “¡Estoy cambiando, el mundo también debe cambiar! Si el futuro no existe quememos en las hogueras del ahora contradicciones y represiones, abominemos de lo incierto, saturemos de consignas las paredes; aumentemos los decibeles de la música y que revienten los oídos; profanemos los cuadros bonitos y las canciones románticas, y que los ojos se abran tanto hasta que las lágrimas se salgan”.Esto me decía pero no sabía que me lo decía; simplemente me dedicaba a enjuagar mi pantalón de mezclilla con Coca Cola, a portarme cínico y ferozmente sensual con las muchachas, dejar que mi pelo creciera y con mi barba cubrirme el rostro para sentirme un enigma; a levantarle altares a Marí Sabina y en su honor fumar puros al estilo del Che Guevara y beber tequila.
¿Cómo era de adolescente? No lo sé.
¿Quién era yo?
Tal vez una esperanza que se volatizaba cada día que pasaba; una contradicción que amargaba las buenas intenciones de mis maestros; un malestar por pensar que tan solo era un reflejo de las contradicciones e incertidumbres de mis padres. ¿O sería esa fuerza descomunal, sin conciencia de sí misma, que al moverse espantaba al Sistema, tanto que le negaba el diálogo y, por preservar el Orden Establecido, se sintió obligado a regar con sangre de jóvenes las plazas de Tlatelolco, el Zócalo y Ciudad Universitaria.
Por que yo creía que sólo era una timidez desesperante: un temor contrito y una excitación jadeante ante las manifestaciones del sexo y del amor; un inocente pecador; un mustio de sueños alterados y tranquilidad expectante en los oscuros laberintos de la soledad y la melancolía; un conspicuo lector de Gerardo Denis, José Agustín, Sartre y Wilheim Reich. Que esperaba feliz el crepúsculo para arrancarle suspiros a la novia y confesarle que era adicto convencido del Amor y la Paz, a los Beatles y a las canciones de Joan Baez.
¿Era verdad que dejaba pasar la vida pensando que lo bueno de ella no está en lo que se vive sino en lo que creemos vivir? De cualquier modo ahora sé que la vida es como agua de río, cambiante en el instante mismo que pasa; y que al final no hay más esperanza que ser una buena historia que nuestra muerte soñó.
De Salvador 2008
pintemos de historia las paredes
El Inicio de la Independencia de México, el grito de Libertad de Miguel Hidalgo y la campaña liberadora de José María Morelos y Pavón, provocan el incendio de la viejas estructuras coloniales para dar paso al nacimiento de un nuevo país. (acrílico sobre tela, 2x2)
Mural Requiem por Zapata, en conmemoración a la muerte del gran revolucionario Emiliano Zapata, acaecida en la Hacienda de Chinameca en abril de 1919. (Acrílico en madera)
La Reforma, cuadro mural en honor a Benito Juárez, su orígen humilde y su ascenso a la más alta investidura del gobierno, y que por sus dotes de estadista fué nombrado Benemerito de las Américas. (Acrílico sobre tela, 2x2)
Mictlantecutli, Señor del inframundo en la mitología azteca, realizado con semillas diversas por la profesora Norma Nava. (Técnica mixta sobre papel y cartón)
FOTOS DE MIS MURALES
El águila y la serpiente, símbolos fundacionales de la Patria Mexicana.
Mural sobre el fundamento de la civilización; el dominio del fuego; la agricultura, la invención de la rueda; el árbol, símbolo de la vida, cuyos frutos principales son la configuración del ADN y la configuración nuclear. La indagación de la naturaleza: la tierra, el mar, el cosmos.
Mural en honor a Abraham Lincoln, presidente de los Estados Unidos, quien fundamentó la democracia en base a la abolición de la esclavitud en su país. lo que provocó una terrible guerra civil, pero su resultado fue la igualdad del ser humano sin inportar su creencia, cultura y color, como derecho fundamental de los Derechos Humasnos.
1492, año del Descubrimiento de América por el navegante italiano Cristobal Col
La Revolución Mexicana, homenaje a los caudillos Francisco I. Madero, Francisco Villa y Emiliano Zapata.
Estos murales fueron realizados entre los años 1993 y 2000 en la Escuela Secundaria No. 82
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murales con el tema de la historia de México
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